Mujeres capacitadas por EPES buscan promover una alimentación de calidad y sustentable en sus familias y comunidades

Santiago de Chile, 31 de julio 2019

Para promover la salud y justicia alimentaria es de suma relevancia trabajar incorporando las condiciones de vida y trabajo de las comunidades y territorios, lo que nos desafía a ir más allá de los estilos de vida individuales, y también sensibilizar sobre el modelo neoliberal que ha profundizado las desigualdades y no garantiza el derecho a una alimentación de calidad y sustentable. Así lo explica la educadora de Fundación EPES Susana Jiles, al finalizar el Curso “Formación de Promotoras para Recuperar Nuestra Salud y Alimentación”.

La encargada del proyecto Alimentación, Justicia y Salud de EPES asegura que “hemos constatado que, si bien existe mucha información respecto de los alimentos y sus propiedades nutricionales, no se encuentra disponible información clara sobre el real impacto del sistema alimentario actual sobre nuestra salud y el medio ambiente”.

El sistema alimentario ha sufrido profundas transformaciones, la manera de producir y consumir los alimentos está estrechamente vinculada a una estructura mayor que es el modelo neoliberal. “En los últimos 40 años se produjo un desplazamiento de una producción agropecuaria de pequeña escala a una a gran escala. La producción familiar local, que es sustentable para el medio ambiente y para las comunidades, ha sido desplazada por una producción agropecuaria industrial basada en la extracción de los recursos naturales”, detalla la antropóloga.

Capacitación para la Acción

Paola Osorio Heredia, 45 años, dice haberse inscrito al curso con otras expectativas y que terminó sorprendiéndose. “Cuando te hablan de un curso de alimentación uno se imagina aprender recetas saludables. Pero fue un tomar conciencia de lo que comemos, de los aspectos sociales y culturales involucrados. Al hacer la clasificación de los alimentos naturales, procesados y ultraprocesados, del impacto de estos últimos en la salud, me di cuenta de lo inconsciente que somos, que no son alimentos los que consumimos, y de ahí se producen cambios radicales. Ahora tenemos la información, ya no hay excusa”.

“Toda la vida te han dicho el exceso de azúcar es malo, pero no las razones, ni los aspectos culturales e intereses económicos que hay detrás”.

Las industrias de alimentos y bebidas azucaradas, al igual que las industrias tabacaleras y farmacéuticas, han utilizado la publicidad y marketing en los medios de comunicación y en las calles, con imágenes y mensajes engañosos, para aumentar el consumo de sus productos y hacer creer que no son dañinos para la salud ni el medio ambiente, creando lo que se ha denominado ambientes obesogénicos.

El rol de las industrias y el lobby que ejercen sobre los Estados para bloquear políticas públicas de salud también se exponen y discuten en los cursos que imparte EPES.

Susana Jiles sostiene que “la información y la toma de conciencia permiten tener mayor control sobre la salud y sus propios cuerpos, lo que se traduce en un asunto de poder ejercido por la ciudadanía, orientado a mejorar sus condiciones de vida. Es necesario tener información adecuada, pertinente y accesible para que las personas, comunidades y territorios demanden, pero que a la vez se hagan cargo de sus problemas buscando soluciones de manera colectiva”.

María Antonieta Jara Cuevas, de 61 años, es primera vez que participaba de un taller de este tipo, agradece la experiencia y se manifiesta muy motivada. “Voy a leer el etiquetado de los alimentos antes de comprar, y quiero hacer un pequeño huerto en mi casa, no tengo mucho espacio, la verdad, pero quiero sembrar y consumir productos naturales”.

“Ahora tengo más herramientas e información. Aprendí que los alimentos ocultan muchos productos dañinos para la salud, y que podemos ayudar a nuestro cuerpo con una simple semilla. Es posible hacer transformaciones, mejorar nuestra salud, la de nuestra familia y comunidad, a través de cambios en la alimentación”.

Pamela Zúñiga Bruna, 50 años, relata que se enteró del curso por una vecina y ella la motivó para que asistieran juntas. “Aprendí mucho, una cree que sabe, pero no es así. Resulta que es menos costoso comer saludable. Ahora voy a la feria compro surtido y me alcanza para hacer varios almuerzos saludables, es más barato y mejor que el ir al supermercado”.

Los cambios en la alimentación empezaron al interior de su familia, pero su motivación va más allá. “Tengo mucho intereses en participar y trabajar como monitora para seguir promoviendo una alimentación saludable que mejore la salud de nuestra comunidad”.

Raquel Vallejos Gómez, 64 años, ha participado en varios talleres de EPES y en la Escuela Internacional de Educación Popular en Salud, donde -asegura- ha adquirido las herramientas el trabajo comunitario que desarrolla en distintas comunas de la zona sur de Santiago.

Con dos enfermedades crónicas, afirma que “la principal enseñanza y desafío después del curso es tomar conciencia y cambiar mis hábitos de alimentación. Tengo que partir por mi núcleo familiar para luego traspasar mis conocimientos a la comunidad”.

Dentro de lo novedoso del curso, menciona que descubrió que “hay cosas que botamos a la basura y que son un gran aporte nutricional para nuestro organismo y también una ayuda para el bolsillo. A veces me siento como un Quijote, al intentar cambiar prácticas sociales que están tan naturalizadas, en diversos ámbitos. Ahora en cuanto a la alimentación, al promover el uso de productos vegetales que son considerados desechos. Hice un cebiche con los tallos de acelga y lo compartí con mis vecinas”.

Gloria Ester Rivas Bustos, 52 años, primera vez que participaba de un taller y valora el haber podido compartir con otras mujeres y descubrir que lo suyo es el trabajo comunitario. “No sabía que los productos que uno llama alimentos no lo son, que contienen químicos. Estoy enterada y con esa información pretendo ayudar que mi familia y a la comunidad. En mi casa, ya no se consume bebida. Hay muchos productos que dejé de comprar en el supermercado, estoy tratando de cocinar con menos carne, y con más alimentos naturales”.

Gloria relata que en la acción comunitaria del curso realizada en un consultorio de El Bosque descubrió sus capacidades y su interés en organizarse y participar. “Quiero incorporarme a un grupo y trabajar con la comunidad. No puedes almacenar todo el conocimiento para ti, me gustaría compartir las herramientas que adquirí en el curso que ayudarán a otras personas a mejorar su vida”.

El curso fue dirigido por las educadoras de EPES Katie Bubriski, Susana Jiles y Catalina Oliva, estudiante en práctica de Trabajo Social de la Universidad Tecnológica Metropolitana (UTEM).

Algunos contenidos del curso fueron: Barreras y obstáculos que tenemos para alimentarnos de manera saludable; Cultura y sistema alimentarios: ¿Qué define lo que comemos?; ¿Cómo se producen los alimentos?; La alimentación como un Derecho Humano; Cocinar y degustar recetas creativas y de bajo costo a nivel familiar y comunitario; Herramientas para realizar promoción en alimentación y salud a nivel comunitario; y Fortalecimiento de liderazgo y participación comunitaria de mujeres.

Las participantes del curso recibirán asesoría para conformarse como grupo y realizar acciones comunitarias si así lo determinan.