EPES expuso en webinar sobre salud mental en contexto de pandemia, organizado por ACT Alianza en América Latina y el Caribe

En el marco del Día Internacional de Acción por la Salud de las Mujeres, ACT convocó a reflexionar sobre la salud mental desde una perspectiva psicopastoral y psicosocial, en un contexto de emergencia sanitaria global que atañe de forma diferencial a las mujeres.

30 de mayo, 2020

La Comunidad de Práctica de Justicia de Género de ACT Alianza en América Latina y el Caribe organizó un ciclo de webinars denominado: «Diaconía y Justicia de Género en contexto de COVID-19 en América Latina y Caribe». 

En la segunda conferencia virtual “Mujeres: Salud mental y apoyo psicosocial. Experiencias de actores religiosos y otros actores de la sociedad civil” expuso la psicóloga y educadora de Fundación EPES, Angelina Jara, junto a Ana Paxtor (Guatemala), de la Comunidad de Práctica de Apoyo Psicosocial, ACT Alianza América Latina y el Caribe; y Clara Elena Cardona (Colombia), de la Red de Salud de las Mujeres Latinoamericanas y del Caribe –RSMLAC.

En su presentación, Angelina Jara aseguró que estamos bajo “un orden social que crea instituciones que producen y reproducen violencia contra determinados grupos de la población: mujeres, pueblos indígenas, grupos racializados, niñes y población adulta mayor, que no encajan en los patrones de la heteronormatividad y que ocupan un lugar subordinado en la estructura social. Es por esto, que decimos que la violencia de género es estructural y afecta la vida cotidiana de las mujeres por la imbricación existente entre género, clase, raza y territorio”.

La educadora advirtió que en tiempos de confinamiento, las mujeres han quedado sin trabajo, pues la mayoría sobrevive con empleos precarios, sin contrato o con pequeños emprendimientos que sobreviven por la oportunidad de estar en la calle. También, limita oportunidades de crecer, dialogar y aprender, de conectarse con otras mujeres, de recibir reconocimiento y afecto entre pares. Esto daña la salud mental.

En condiciones de confinamiento, se agudizan y se hacen más visibles las dificultades en las tareas de cuidado y la sobrecarga doméstica, entendiendo que  muchas mujeres  ya estaban sobredemandadas por la familia, el trabajo reproductivo al interior de los hogares, el trabajo asalariado y múltiples actividades informales para generar ingresos económicos.

Además de esto, el Estado exhibe de manera brutal la «precariedad de la vida en este contexto», sin ningún emplazamiento al modelo económico, ni a los empresarios quienes han sido protegidos con leyes que permiten el despido de trabajadores sin indemnizaciones, haciendo uso del ahorro de las/os trabajadores para los períodos de cesantía. Esto, ha llevado a las mujeres a buscar formas de soporte entre las mismas mujeres de sus comunidades, vecindarios y territorios, para cuidarse entre todas, solidarizar, acompañar en el cuidado y la contención emocional necesaria para sobrellevar la tarea. «Sobrevivimos gracias a la participación en colectivos donde nos reconocemos con otras. Las comunidades de mujeres entregan un soporte que no está presente en otros lugares, y que responde a conocer las comunidades que integran, y sus necesidades», destacó Angelina Jara.

El trabajo de cuidados recae en las mujeres 

En este contexto, el modelo neoliberal se resquebraja, pues da cuenta de servicios de salud insuficientes para la población, hacinamiento y viviendas que no poseen las características necesarias para realizar de manera adecuada las cuarentenas pertinentes. A esto se suma que la niñez y la juventud se encuentran en los hogares necesitando conexiones a internet para proseguir con el ritmo que ha impulsado el gobierno en educación, donde en la mayoría de los casos no existen conexiones o son deficitarias, con mujeres apoyando los procesos de aprendizaje, además del criar, cuidar, limpiar, cocinar.

En el webinar, la psicóloga Angelina Jara denunció que el trabajo de cuidados continúa siendo invisible para el Estado, sistemáticamente ninguneado y mediáticamente ridiculizado, con consejos tales como beber 3 litros de agua diarios por persona, y creyendo que la precaria caja de alimentos que está entregando el Estado cubre “de alguna manera” las necesidades de una familia.

Las políticas de prevención en salud desde siempre se han basado en el sistema de cuidados doméstico y comunitario de la salud, sin reconocer simbólicamente, ni valorizar económicamente el aporte de las mujeres.

Cuando el trabajo de cuidados es invisible y el Estado neoliberal retrocede en protección y seguridad social, la recarga de trabajo para las mujeres continúa siendo naturalizada en los mensajes de los medios de comunicación, que muestran mujeres desesperadas buscando ayuda médica, atendiendo enfermos y cocinando en las ollas comunes para enfrentar el hambre en los sectores populares.

EPES  frente a la crisis sanitaria Pandemia COVID-19

Una de las primeras acciones concretas de EPES fue facilitar un espacio de contención emocional donde nos pudiéramos encontrarnos, fortalecernos y acompañarnos como red de mujeres. Pese a las dificultades en el manejo de las herramientas tecnológicas para mantener una comunicación virtual y la inestable conexión de internet en algunos casos, se han logrado llevar a cabo reuniones semanales con distintos grupos.

El equipo EPES se reúne semanalmente para compartir y planificar el trabajo, junto con hacer una lectura crítica de la realidad y la pandemia. De esta manera, generar propuestas participativas y pertinentes para las comunidades con las que trabaja en alianza y en un horizonte de largo plazo.

EPES está impulsando una línea de trabajo para abordar el problema del hambre en varios niveles: a) apoyo económico directo a promotoras de salud comunitaria y sus familias. No es el enfoque habitual, pero es necesario en estos tiempos; b) talleres de sostenibilidad de largo plazo: horneado de pan (masa madre) y huertos familiares; c) incidir en políticas y programas para mitigar el impacto de la crisis en las poblaciones con las que trabaja, con organizaciones de la mesa intersectorial, programas municipales, escuelas y organizaciones comunitarias.

Además, la fundación ha elaborado y compartido material educativo e información sobre el contexto de crisis sanitaria, a través de redes sociales: salud mental, violencia de género y alimentación; y entre los grupos y organizaciones de mujeres.