EPES organizó seminario por la alimentación como derecho y compartió experiencia internacional

Santiago de Chile, 5 de octubre 2017

Fundación EPES, con años de experiencia en la promoción de políticas públicas en pro de una alimentación saludable, coordinó el lunes 2 de octubre el Seminario “La alimentación como un derecho, Recuperando nuestra salud alimentaria”, cuyo objetivo fue debatir y dar a conocer experiencias internacionales en la materia y en nuestro país, junto con abrir la mirada respecto de qué manera la ciudadanía puede exigir que la salud sea vista como un derecho humano, como el derecho al agua, a la tierra, al trabajo, educación, información y otros.

Contrariamente a lo popularmente masificado en Chile de ver la alimentación saludable como una elección, EPES invitó a principales actores e investigadores en esta línea, desarrollando un debate sobre la influencia que las grandes industrias alimentarias han tenido sobre los medios de comunicación, en la prensa, a través de publicidad engañosa y cómo también se han generado conflicto de intereses con asociaciones profesionales, financiándoles estudios y cooptando a los profesionales de sociedades científicas, que finalmente avalan ciertas marcas de alimentos como sanas, cuando en realidad no lo son.

Así lo detalló la Doctora Pediatra Cecilia Castillo del Frente por un Chile Saludable,una agrupación de profesionales orientada a informar respecto del daño a la salud que ciertos alimentos y de marcas conocidas ocasionan a la población, avalados por evidencia científica, y a entregar antecedentes a la ciudadanía para que esté interiorizada al respecto. “Muchos productos altos en azúcar, sal y grasa se publicitan de manera saludable y las empresas han utilizado distintas estrategias de influencia en sociedades científicas para bajar la connotación negativa del producto, permeando muchas veces a las sociedades con financiamiento, atenciones a profesionales con gastos pagados a las universidades con financiamiento de estudios con resultados sesgados”, declaró Castillo.

Desde el contexto político y normativo, el tema también cobra relevancia, en el sentido de que existen al menos dos tratados internacionales, a los cuales hay que colocar atención, porque brindan garantías a las grandes transnacionales relacionadas a la industria de alimentos y semillas, como Montsanto y Syngentha.

Lucía Sepúlveda, Periodista y miembro de la Red de Acción de Plaguicidas (RAPAL- Chile),detalló ello en su ponencia. “Chile está promoviendo que se ratifique el Tratado Transpacífico (TTP), que está prácticamente redactado por corporaciones transnacionales como Monsanto y que asegura, a través de sus artículos, integrar el negocio como químicos y transgénicos. Si se aprueban estos tratados, no podemos tener leyes que nos protejan de los alimentos tóxicos. No podríamos prohibir plaguicidas venenosos como el glifosato. Y, además, obligaría a dejar todo el territorio libre para cultivo de transgénicos para el mercado interno”, señala.

Otro de los tratados que advierte Lucía es el Protocolo de Nagoya, menos difundido que el anterior, pero que a su juicio “es un nuevo instrumento para promocionar a nivel internacional y complementar el Convenio de Biodiversidad, pero que no nos conviene. Es una especie de legislación de la biopiratería; si se firma este Protocolo se podría patentar alimentos tradicionales, semillas, para que se conviertan en una mercancía más, en vez de ser un patrimonio colectivo”.

Volver al cultivo de semillas autóctonas

Desde la Asociación Nacional de Mujeres Rurales e Indígenas (ANAMURI), Mafalda Galdames, otras de las expositoras en este Seminario, propició la importancia de volver a comer alimentos de semillas autóctonas, que aún no han sido modificadas ni violadas con material genético que no les corresponde. Todo ello ha generado que hoy podemos comer tomates durante todo el año, pero son vegetales que han perdido el sabor tradicional, su color y textura. “Las semillas nativas hay que buscarlas, aún existen en el campo, entre los agricultores. Las semillas son un elemento de primera necesidad para las familias y las personas, no tienen un valor comercial sino humanitario, nunca debiesen haber entrado al mercado porque es un derecho humano”, señaló Mafalda.

¿Pero cómo y de qué manera hacer frente a un consumo de alimentos que parecen sanos pero que no lo son? Anamuri propone volver a potenciar a la Agricultura Familiar Campesina, en contraposición a la gran industria agrícola, que a la larga- en su opinión- terminará con las familias campesinas. Propone, por ejemplo, hacer huertas en las casas con semillas autóctonas, plantar en los patios tomates, cebollines, habas, porotos y otras semillas tradicionales,  como estrategia desde el enfoque de soberanía alimentaria, que busca  la autonomía de las comunidades en la producción, distribución y preparación de los alimentos.

Experiencia en México

A nivel internacional, los consumidores han empezado a organizarse y a exigir información acerca de lo que comen, si efectivamente sus componentes son saludables, cuánto hay tras la publicidad, a exigir a las autoridades una política pública que fiscalice los alimentos que dañan la salud a población, mediante impuestos adecuados y etiquetas que alerten al consumidor.

Fiorella Espinosa, Coordinadora de Investigación en Salud Alimentaria “El Poder del Consumidor”, cuenta cómo ha ocurrido en México, donde la población se organizó y creó esta asociación civil, que ya tiene 10 años de vida, y que entre sus principales logros está el haber implementado un impuesto a bebidas azucaradas, en el año 2014.

“Gracias a ello hemos obtenido evidencia de que el consumo de estos productos ha bajado. También hemos desarrollado campañas masivas, como la más exitosa `la de 12 cucharadas`, `No Dañes Tu Corazón’, que hemos podido divulgar en sitios como el Metro y otros espacios públicos”, destaca Fiorella.

Dice que, entre los pendientes, desde la política pública y que la ciudadanía ha exigido a través de “El Poder del Consumidor”, está el implementar un etiquetado frontal, como el de Chile, que especifique en forma clara qué alimentos son altos en grasas, azúcares y sodio. “Partimos desde muy abajo, en el año 2006, y creo que hemos obtenido grandes resultados y reconocimiento en la sociedad civil y a nivel internacional. Todo nuestro trabajo se sustenta en las evidencias de la Organización Mundial de la Salud (OMS), la Organización Panamericana de la Salud (OPS). Hoy, estamos promoviendo los menús familiares en base a alimentos frescos, recuperando la dieta tradicional que nos caracteriza en América Latina”, agrega.